13 may 2009

Oh Budapest, Budapest!


Fue bajarme del tren a las 5:30 de la mañana y ser consciente de que iba a estar respirando magia durante todo el día. Desde el primer momento percibes esa aura eterna, lejana y a la vez cálida que rodea la ciudad. Mis primeros pasos me condujeron al metro y de ahí a la orilla del Danubio. Casi me atrevo a afirmar que cerrando los ojos se podía escuchar en el aire de ese Vals al que le da nombre esta ciudad (a mi parecer) perfecta casi en cada esquina. Supongo que mis palabras dejan entrever el enamoramiento brutal que he sufrido con estas calles, pero tras conocerla no se puede hacer otra cosa que amar a Budapest. (Oh Budapest, Budapest!)






Tras un largo viaje desde Belgrado y sin haber comido nada durante demasiado tiempo, mi primer objetivo tras divisar el Danubio fue divisar un supermercado para comprar algo barato que ingerir. No costo mucho y a los 20 minutos estaba comiendo pan, yogurt y queso sobre uno de los puentes del Danubio con el Parlamento a mi izquierda, el castillo de Buda a mi derecha y el sol bañando el rio. (Oh Budapest, Budapest!)



A partir de ahi todo fue caminar y caminar. Calles grandes, largas, anchas, pero todas preciosas, preciosisimas y llenas de vida. Edificios impresionantes y sobrecogedores por todos lados. Silencio en el paseo de ascenso hasta el Castillo de Buda. Al llegar el sonido de los pajaros. Desde allí toda la ciudad a mis pies y en mi alma. (Oh Budapest, Budapest!).








Sólo espero poder regresar algun día a la orilla del río que calma tu sed (Oh Budapest, Budapest!)



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